Con ocasión del 199.° aniversario del Parlamento

Discurso de la presidenta del Congreso, María del Carmen Alva Prieto

Centro de Noticias del Congreso

16 Sep 2021 | 21:07 h

 (20 de setiembre de 1822-2021)

Señor presidente constitucional de la República.

Señores representantes.

Conciudadanos:

 

Cuando el 20 de setiembre de 1822 se instaló el primer Congreso Constituyente del Perú, acto que representó el inicio formal de la institucionalidad del Poder Legislativo en los albores de nuestra independencia, también se logró consolidar la respuesta al primer gran debate de nuestra naciente independencia y con la destacada participación de José Faustino Sánchez Carrión se fundó la República que pudimos construir y el primer gran paso para el Estado de Derecho que siempre estaremos obligados a defender.

El proceso político de nuestro país, tuvo momentos memorables y grandes personajes que dejaron huella en defensa de las libertades. El 28 de julio de 1963 un demócrata ejemplar, el arquitecto Fernando Belaunde Terry, iniciaba su primer gobierno, recordándonos que en las Sagradas Escrituras se afirma que “Los últimos serán los primeros”; e inspirándose en ellas dedicó aquel momento “a la altiva y humilde majestad de los pueblos olvidados del Perú”.

Hoy día, que celebramos el 199° aniversario de la instalación del primer Congreso Constituyente del Perú, en medio de la crisis generada por la pandemia del Covid19, que ha cobrado la vida de más de 200,000 compatriotas, aquellas palabras cobran una renovada vigencia, porque implica un gran desafío para cada uno de nosotros, los representantes del pueblo. Y es que para el Congreso de la República también los últimos son los primeros y la democracia se inicia en los pueblos olvidados del Perú, esos pueblos a los que hay que volver siempre y a los que hemos prometido llegar para acercar a esta importante institución de la República a la ciudadanía y a la población en general, a la cual nos debemos.

El establecimiento del Congreso no fue solo causa y consecuencia de la gesta emancipadora, que no se inició en Lima aquel 15 de julio de 1821, cuando su Cabildo se declaró a favor de la independencia, sino varias décadas antes, en el Cusco, en uno de esos pueblos olvidados del Perú, cuando el cusqueño mestizo Túpac Amaru II y la abanquina Micaela Bastidas, alimentados por los escritos del Inca Garcilaso de la Vega y cansados de las injusticias de la época, lideraron la revolución que marcó el inició de la lucha por la independencia en Hispanoamérica. A pesar de su cruenta derrota, los peruanos continuamos afirmando nuestro amor a la causa de la libertad como lo prueban las numerosas conspiraciones y rebeliones –en las que participaron hombres y mujeres de todas las clases, razas y condiciones sociales–, sucedidas en diferentes partes del virreinato antes de la llegada del general José de San Martín, entre ellas Cusco, Tacna, Huánuco, Lima y el Callao, por mencionar algunas; mientras que Supe declaraba nuestra independencia el 5 de abril de 1819 y, tras la llegada de San Martín, hicieron lo propio numerosas ciudades más.

La lucha que nuestros ancestros protagonizaron, desde hace más de dos siglos, por el gobierno propio, también fue la lucha por la libertad y los derechos de los ciudadanos, en otras palabras, la lucha por la democracia, que es la forma institucional de la libertad.

Como lo demuestra la historia contemporánea, sin un Poder Legislativo autónomo y una real división y equilibrio de poderes no existe democracia; sin un Poder Legislativo autónomo e instituciones sólidas no existe respeto a la Constitución y al ordenamiento jurídico del país, no existen libertad ni derechos, todo se convierte en meras formalidades y apariencias sujetas a la voluntad del dictador de turno y el ciudadano se ve reducido a la condición de súbdito, como durante el virreinato.

Y si la instalación del primer Congreso Constituyente del Perú no fue el inicio de la lucha por la independencia, lo que sí fue es la resultante de la voluntad ciudadana, por primera vez expresada libremente, pese a las limitaciones causadas por la presencia de las huestes realistas en gran parte del territorio del Perú.

Debo evocar en estas breves palabras a los miembros de la Mesa Transitoria –una especie de Junta Preparatoria–, de aquel 20 de setiembre de 1822, cuando en la Capilla de la Universidad de San Marcos se instaló el Congreso Constituyente: Toribio Rodríguez de Mendoza y por supuesto José Faustino Sánchez Carrión, quienes dirigieron la elección de nuestra primera Mesa Directiva, la que estuvo presidida por Francisco Javier de Luna Pizarro. Mencionarlos a ellos, a Hipólito Unanue o a José Gregorio Paredes, por tan solo nombrar a algunos miembros de aquel Congreso, es mencionar a la mayoría de los principales ideólogos de nuestra independencia. Y ellos no fueron los únicos.

Como olvidar al diputado y gran mariscal José de la Mar, el valeroso guerrero que combatió en las batallas de Junín y Ayacucho, fue Presidente de la Junta Gubernativa, Presidente del Congreso, Presidente de la República y gran defensor de la peruanidad de Tumbes, Jaén y Maynas. Así pues, con la pluma y con las armas; con sus patrimonios y sus labores; y con todo tipo de contribuciones los congresistas de la época participaron en la construcción del naciente Estado peruano.

Señores congresistas, en las vísperas del Bicentenario del establecimiento del primer Congreso Constituyente del Perú, debemos reflexionar sobre el significado de aquel suceso histórico, tanto en el contexto de la gesta emancipadora como en sus implicancias para el presente y su proyección al futuro

Recodemos también que, a propuesta de Sánchez Carrión, el 30 de octubre de 1822 el primer Congreso Constituyente declaró que “Deseando perpetuar la memoria del venturoso día en que por la primera vez se reunieron los representantes del pueblo peruano, mediante cuyo acto declaró y puso en ejercicio su soberanía consiguiente al juramento de independencia que tiene ratificada”, y de estas manera aprobó una ley que dispuso para que celebre como fiesta nacional el 20 de setiembre de cada año, el aniversario de su instalación.

Y en el nombre de Dios, al que invocaron también en ese trascendental acto de hace 199 años, transformemos en realidad esa bicentenaria promesa e inspirados por la sabiduría divina hagamos nuestros mayores esfuerzos para, a través de nuestro trabajo en beneficio del país, afianzar la libertad y promover la felicidad de todos los peruanos.

Quiero terminar con las palabras de Hipólito Unanue, quien en un discurso en esta Cámara hace 199 años, dijo: “Peruanos, una vez instalado el Congreso, tenemos Patria”. Y eso es lo que queremos, tener Patria; queremos tener igualdad, justicia, respetar la ley.

 

¡Viva el Congreso de la República!

¡Viva la libertad!

¡Viva el Perú!

 

Muchas gracias.

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