Un  valiente testimonio recibió la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones,  por parte del periodista José Enrique Escardó, primera persona que denunció el modo de operar del Sodalicio hace 10 años.

         El congresista Alberto de Belaunde, presidente de la comisión, puso en relieve la valentía de Escardó Steck, quien inició el ‘destape’ de las maniobras   de la Sociedad de Vida Apostólica de Derecho Pontificio, (SODALITE) y sostuvo que testimonios auténticos como el suyo ayudarán para tomar medidas de precaución que la comisión recomendará para que abusos contra menores no se repitan ni en colegios, seminarios, ni en comunidades de ninguna índole.

         Enrique Escardó recordó pasajes de abusos  vividos en su juventud cuando era miembro aspirante de esa institución fundada por Luis Fernando Figari en el Perú. Los tutores los llevaban a situaciones extremas, manipulaban sus emociones para hacerlos más vulnerables y lo hacían siguiendo un protocolo y aprovechando también su situación de adolescentes, contó.

         Pero el abuso no se limitaba a lo psicológico, también era físico y emocional. Posteriormente, se enteró que también hubo  abusos sexuales que felizmente no llegaron a concretarse con su persona, pese a que  fue en una oportunidad examinado físicamente por su director espiritual.

         ‘El camino a la obediencia’ diseñado por el Sodalicio, permitía aplicar a los aspirantes castigos como lavar los servicios higiénicos con las manos, sin guantes y  con esa misma agua lavarse la cara. O permanecer en castigo por semanas solamente ingiriendo lechugas y agua. Permanecer en pie toda la noche meditando frente a una capilla,  dormir por meses en una escalera o escribir 10 mil veces una consigna de castigo.

         También, baños de agua helada a cualquier hora de la noche – estaban frente al mar en el local de San Bartolo – o ser pintado con plumón en la cara, manifestándoseles todo tipo de insultos que dañaban la autoestima.

         Asimismo, Escardó contó un estremecedor pasaje donde Alfredo Dracen, su guía y formador espiritual,  le hizo “pruebas de valor” con una navaja en el cuello, posteriormente punzándole y haciéndole piquetes en el pecho  con la misma navaja  y calificándolo de maricón, porque lloró ante la prueba.

         Por  los hechos vividos, el joven Escardó logró escapar del estricto cuidado en el que tenían a los alumnos y aspirantes en un local ubicado en Chincha. Llegó a Lima asustado y solo, porque también fue alejado de sus  padres como parte de la estrategia  del Sodalicio.

         Pese a todo, Escardó Steck  prefiere reconocerse no como una víctima, sino, como un sobreviviente. Siente  – dijo – que los diversos denunciantes de alguna manera ya han ganado la batalla, porque a partir de conocerse los casos de abusos se ha puesto en evidencia a esa institución.

         Las secuelas, sin embargo, no han terminado para estos jóvenes que quisieron ser parte de una obra de Dios.

         Escardó denunció con la esperanza de que esto le iba ayudar a superar los traumas vividos, pero no fue así; estos se agudizaron ante la inacción del Estado.  No recibió respaldo  de nadie. La misma organización se encargó de cerrarle oportunidades laborales, el Ministerio Público no actuó de oficio una vez iniciadas las denuncias.

         Escardó terminó su intervención solicitando apoyo;  es un profesional que no encuentra oportunidades de trabajo. Tiene un hogar y una hija que sacar adelante y siente que se le han cerrado puertas a raíz de su denuncia. Las represalias fueron peores que los hechos vividos, lo llamaron por años ‘loco’ y mentiroso, le dijeron que su actitud era para destruir a la Iglesia Cristiana.

         La legisladora Gloria Montenegro agradeció la valentía del denunciarte por el favor que brinda a la sociedad para poner en alerta a madres y padres de familia y también a autoridades y sociedad en general que deben tomar cartas en el asunto de la prevención en casos de abuso contra menores de edad. (EPA)

 PRENSA CONGRESO