La Verdadera Educación Intercultural del Perú es una tarea pendiente
24 Oct 2025 | 17:35 h
En nuestro país pareciera que gran parte de quienes legislan sienten vergüenza —e incluso rechazo— hacia nuestros saberes ancestrales. Ignoran, quizás deliberadamente, que antes de la llegada de los europeos, nuestras civilizaciones eran de las más avanzadas del mundo gracias precisamente a esos conocimientos que hoy se subestiman.
Esta desvalorización se hizo evidente el día de ayer, durante el debate del Dictamen recaído en los proyectos de ley 7511/2023-CR, 7613/2023-CR, 9341/2024-CR y 9646/2023-CR, que propone, con un texto sustitutorio, modificar la Ley Universitaria N.º 30220 para incorporar la regulación de las universidades interculturales.
Actualmente, el Perú cuenta con cuatro universidades nacionales interculturales: Universidad Nacional Intercultural de la Amazonía, Universidad Nacional Intercultural de la Selva Central Juan Santos Atahualpa, Universidad Nacional Intercultural de Quillabamba y la Universidad Nacional Intercultural Fabiola Salazar Leguía de Bagua.
Sin embargo, pese a su carácter intercultural, estas universidades se rigen bajo los mismos requisitos y exigencias académicas que las demás instituciones de educación superior. Este marco normativo excluye a los portadores de saberes ancestrales —los sabios originarios—, quienes son verdaderos guardianes de conocimientos que han resistido siglos y que siguen siendo fuente de soluciones concretas para la vida cotidiana de sus comunidades.
Resulta lamentable que aún se mantenga una visión educativa que no reconoce ni valora el conocimiento ancestral como una forma legítima de ciencia y de saber. No debemos olvidar que todo lo que se construyó antes de la llegada de los europeos —los sistemas agrícolas, la ingeniería hidráulica, la astronomía y las estructuras sociales de nuestros pueblos originarios— constituye evidencia irrefutable de la grandeza y del avance de nuestras civilizaciones pasadas.
Según fuentes oficiales, el Perú es el tercer país con mayor número de pueblos indígenas y originarios del mundo, con 55 pueblos que agrupan a cerca de seis millones de habitantes. Esta realidad exige una respuesta educativa que reconozca su diversidad cultural y epistémica.
Por ello, es imprescindible que el Estado garantice el acceso de los pueblos originarios a una educación universitaria diferenciada, especializada y de calidad, que incorpore los saberes y tecnologías ancestrales en los planes de estudio de las distintas facultades, escuelas y programas académicos. Solo así podremos formar profesionales íntegros, capaces de aportar al desarrollo de sus comunidades sin renunciar a su identidad ni a sus raíces culturales.
Es tiempo de que el sistema educativo peruano dé un paso histórico: abrir las puertas de las universidades interculturales a los sabios originarios, permitiéndoles enseñar y compartir sus conocimientos, no solo desde los libros o las bibliotecas, sino desde la experiencia viva, la práctica diaria y el vínculo profundo con la naturaleza.
Revalorar nuestros saberes ancestrales no es mirar al pasado, sino proyectar un futuro verdaderamente intercultural y sostenible, donde la ciencia moderna y la sabiduría ancestral caminen juntas al servicio del país.
Fernando Arce Alvarado
Parlamentario Andino
